viernes, 10 de abril de 2020

SERMÓN DAS 7 PALABRAS. Juana Guinaldo, María Roca, Gemma Alfonsín, Teresa Moraña, Manola Olveira e o Papa Francisco


PADRE, PERDÓNALOS…PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN


     Eran tiempos difíciles, de ahí que Jesús emprendiera un movimiento a favor de los más pobres y desfavorecidos en la sociedad en la cual le tocó vivir. Su vida la basa en ser consecuente entre lo que pensaba y sus actos, a pesar de ser consciente de sus consecuencias. ÉL sabía que su destino podría ser la muerte, pero no cedió en su cometido, luchó por construir el Reino de Dios hasta el final.

    Jesús, estando ya crucificado, desangrándose y con un insoportable dolor mira hacia abajo y ve a toda la multitud, entre la que se encontraba su madre, rota de dolor y con una gran desesperación. Ve también a los que lo habían maltratado y crucificado y a mucha gente que se burlaban de ÉL. Fue entonces cuando por primera vez se dirigió al Padre pidiéndole, (cualquiera en su situación pediría que aliviasen su dolor y el de su madre) Padre, perdónalos…porque no saben lo que hacen. Su sangre seguía derramándose y cubría ya casi todo su cuerpo, pero toda ella estaba rebosante de Amor y Perdón. Estando ya en sus últimos suspiros de vida, Jesús sigue siendo el maestro que nos da la más grande de las lecciones, amar y perdonar a todos, incluso a nuestros enemigos: es la única manera de estar bien con uno mismo y así poder  llegar a Dios Padre.

    En estos momentos estamos atravesando una situación muy crítica y dura a nivel mundial, los muertos se cuentan por miles… Se supone que en esta situación que estamos viviendo, la mayoría de la humanidad tenemos nuestros corazones rotos o al menos encogidos y que nuestra sensibilidad está a flor de piel, nos damos cuenta de lo vulnerables que somos, de que nuestra finitud física puede ser inminente y aun así me pregunto… ¿Realmente somos capaces de AMAR a todo nuestro prójimo? ¿De Perdonar, incluso a quien nos causó un gran agravio o incluso daño físico?

    A mí personalmente estos días me han servido para hurgar mucho y muy adentro de mi interior, he conseguido apaciguarme como no lo hacía en años…muy escondida todavía quedaba paz y una pequeña luz que nuevamente iluminó un poco mi ser, de tal modo, que me encontré renovada y más preparada para seguir una vida más acorde con la que nos propuso Jesús. No sé si amo más que hace unos meses, eso corresponde contestar a quien lo perciba (si alguien lo hace), pero si sé que he conseguido perdonar algo más; y colocar a alguna que otra cosa o persona en estanterías un poco arrinconadas, que no pueda verlas mucho para que no me hagan demasiado daño. Me estoy despidiendo del rol de juez puesto que los únicos hechos que me corresponde juzgar son mis propios actos, pero aún a base de intentarlo tengo la decepción de que como humana no conseguiré nunca perdonar realmente a todos. No tengo envidia, celos, odio ni rencor puesto que ya nunca me gustó vivir con esos sentimientos…pero realmente creo que no podré jamás perdonar del modo que Cristo mostró. Esa asignatura siempre la tendré pendiente, pero no cesaré en el intento.

Juana Guinaldo
Deleg Pastoral de la Salud


HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO

    Las palabras de Jesús en la cruz encuentran su culmen en el perdón. El evangelista san Lucas narra cómo los dos ladrones que fueron crucificados junto a Jesús se dirigen a él con actitudes opuestas.
El primero, llevado por la angustia del hombre ante la muerte, lo insulta y no comprende que, siendo el Mesías, pueda quedarse en la cruz. Pero es precisamente quedándose y muriendo en la cruz donde Cristo nos salva, dando testimonio de que la salvación de Dios puede llegar a todos los hombres hasta en las situaciones más extremas.

    El segundo ladrón, movido por el temor del Señor, reconoce su pecado, y confiesa su culpa con absoluta confianza en la infinita bondad y misericordia de Jesús. Jesús está precisamente allí para estar cerca, para salir al encuentro de la necesidad que tiene todo hombre de no ser abandonado, y le promete que hoy estará con él en el paraíso. De este modo, en la hora de la Cruz, Jesús revela el cumplimiento de su misión de salvar a los pecadores. Desde el inicio hasta el final de su vida, Jesús se ha revelado Misericordia, encarnación definitiva e irrepetible del amor del Padre.

Papa Francisco



MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO. HIJO, AHÍ TIENES A TU MADRE


    María, madre de Jesús, sobrevivió al dolor de ver a su hijo clavado en la cruz. Jesús, un inocente que cargó con los pecados de todos. Ese fue su dolor, el dolor de María: una madre con el corazón desgarrado por ver a su hijo sufrir y sin poder hacer nada, sólo acompañarlo en su dolor y enterrarlo después. ¿Hay dolor más grande que el de una madre por su hijo?  ¡Cuántas madres estarán en este momento sufriendo por un hijo como sufrió María! Quien puede entenderlas mejor que ella y que mejor ejemplo de sacrificio por un hijo que el de María. Ella con su infinita bondad y generosidad antepuso la fe en su hijo a su propio dolor. Pudo aguantar todo gracias a su fe, esa fe en la que debemos apoyarnos todos en estos momentos tan duros, recordando que después de la oscuridad siempre viene la luz, una luz que brillará con más fuerza, una luz que nos dará la fuerza necesaria para salir adelante. Miremos a la Virgen María, junto la cruz del calvario, acompañando a su hijo lleno de clavos, que agoniza. Contemplemos al Hijo en una cruz y a María, alzando la mirada para ver a su hijo. Un hijo al que por más que le ame no le puede ahorrar ese dolor (como cualquier madre con gusto pasaría ella ese dolor por él). María es madre y lo arropa, ese es su prueba final. Lo único que puede hacer es estar con él, acompañarlo en su tormento infinito. Ahí está ella junto a él, mirándolo crucificado. Ahí está, entera y con una mirada de infinita tristeza, sufriendo, pero aguanta porque una madre lo aguanta todo por sus hijos. Ese es el legado que nos dejó María: un modelo a seguir como Madre ya que, ¿quién mejor que ella, que tanto sufrió por el dolor de un hijo, para entender a otra madre?

Manola Olveira Martínez
Catequista, madre y abuela


DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿PORQUÉ ME HAS ABANDONADO?


     Jesús, que fue un hombre igual que nosotros, pronunciaba estas palabras en la Cruz.
Expresaba la desolación, el abandono de casi todos los suyos, se siente traicionado y renegado. Son un grito de muerte y de gloria que en algún momento de nuestras vidas también hacemos nuestro.
Cuántas veces hemos sentido el abandono de Dios en el sufrimiento, propio o de un ser querido, en la enfermedad, la muerte, la soledad de estos momentos excepcionales…

    Sin embargo, como Jesús, en medio de esa oscuridad encontramos la esperanza, la Fe que nos guía en nuestro camino hacia Dios y sabemos, de corazón, que Él nunca nos abandona, como tampoco lo hizo con Jesús.

María Roca
Catequista


TENGO SED


    “En tu sed Señor, nosotros vemos la sed de tu Padre misericordioso que en ti ha querido abrazar, perdonar y salvar a toda la humanidad. (…) Señor, cubre nuestros corazones de sentimientos de fe, de esperanza, de caridad, de dolor por nuestros pecados y llévanos a arrepentirnos de los pecados que te han llevado a la crucifixión. Llévanos a trasformar nuestra conversión hecha de palabras en conversiones de vida y de obras”

Papa Francisco




TODO ESTÁ CUMPLIDO


    Todo se consumou. A sexta palabra que Xesús pronuncia na Cruz antes de morrer. Palabras que se refiren á certeza de que levou a cabo a súa misión da mellor maneira posible, palabras serenas que mostran a satisfacción de cumplir a misión que Deus lle encomendara.

    Vivimos tempos difíciles, xa non só pola terrible pandemia que nos ten a toda a humanidade preocupada, triste e con medo, senón porque vivimos uns tempos nos que dar testemuño da nosa fe e tentar vivir conforme a ela choca, en moitos casos, cunha escala de valores que se afasta moito da proposta de Xesús. Nós debemos buscar ese camiño que Deus nos ensinou, xa sexa na familia, traballo, grupo de amigos, etc. E chegar así ao final dos nosos días coa conciencia tranquila de facer o ben aos demais e, do mesmo xeito que Xesús, puidésemos despedirnos con serenidade, confianza e satisfacción e dicir: estivo ben.

   Traio á memoria e comparto o testamento de Martin Luther King, porque me parece un home que manifesta o desexo de rematar a súa vida ao estilo de Xesús:

   "...Me gustaría que alguien contase, en el día de mi muerte, que Martin Luther king trató de vivir en el servicio al prójimo. Me gustaría que alguien dijera aquel día que Martin Luther King trató de amar a alguien. Ese día quiero que podáis decir que traté de ser justo y que quise caminar junto a los que actuaban en justicia, que puse mi empeño en dar de comer al hambriento, que siempre traté de vestir al desnudo. Quiero que digáis ese día que dediqué mi vida a visitar a los que sufrían en las cárceles. Y quiero que digáis que intenté amar y servir a los hombres.

   […] Si consigo cumplir mis deberes tal como debe cumplirlos un cristiano, si consigo llevar la salvación al mundo, si consigo difundir el mensaje que enseñó el Maestro, entonces mi vida no habrá sido en vano".

Teresa Moraña Busóms
Catequistas y Profesora de Religión en CEIP Palmeira

PADRE, A TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU


    No podemos saber lo que una persona siente cuando pisa el umbral de la muerte, pero podemos imaginar la inquietud, la incertidumbre y el miedo.

    Sin embargo, el mensaje de Jesús es otro. Sus palabras denotan amor, confianza y una profunda fe.
Podría decirse que en la cruz conocemos al Jesús más humano, un Jesús de carne y hueso que sufre, que es humillado y que se siente abandonado; aún así, reza y confía: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. El Señor cargó sobre Él todos nuestros pecados, entregó su vida por amor a cada uno de nosotros.

    Antes de entregar el espíritu Jesús dijo: “Padre, está cumplido” consciente de haber llevado a cabo la voluntad de Dios. Lleno de heridas y a un paso de la muerte se siente triunfador salvándonos de la muerte.
Este sufrimiento debe ser nuestro ejemplo, camino y aliento para vivir en la fe de forma que también nosotros, al morir, podamos decir que hemos cumplido.

    Jesús quiso abrirnos el camino de la fe, desde la cruz nos enseña la renuncia llena de valentía a lo más importante, que es la vida. Y es en la cruz, desde el dolor, cuando Jesús nos concede su misericordia, perdona a quienes lo condenaron, despreciaron y maltrataron y pide a Dios que nos perdone: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.

GEMMA ALFONSÍN
Catequista y Grupo Pascua Xoven

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