sábado, 11 de abril de 2020

STABAT MATER


STABAT MATER 


La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía.
Cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

¡Oh, cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.


Y ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
Y ¿quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!,
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.

¡Virgen de vírgenes santas!,
llore ya con ansias tantas,
que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.

Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio.
Porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén.
Porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma
a su eterna gloria. Amén.

(Versión de Félix Lope de Vega y Carpio)


Hoy es un día de silencio en la Iglesia: Cristo yace en el sepulcro y la Iglesia medita, admirada, lo que ha hecho por nosotros. Guarda silencio para aprender del Maestro, al contemplar su cuerpo destrozado.
Es un día de espera. Jesús se encuentra en el sepulcro y es María quien acompaña a la Iglesia.


En medio de todo este dolor, María no está desesperada. Sufre mucho, muchísimo. Pero no ha perdido el rumbo. En su corazón reinan la paz, la fe y la esperanza. Ella sabe que la promesa, que cada palabra de Cristo, se cumplirán.

Esperanza que no excluye al dolor. Esperanza que no excluye la confusión. Paz que no excluye lucha. Esperanza que no significa que María sabe cómo y cuándo sucederá. Mucho menos que será como Ella lo quiere y lo espera. NOS CONSUELA… La esperanza no es que todo va bien o que todo se va a arreglar…

El secreto de María está en esa actitud que nos repite el Evangelio de Ella: María lo guarda todo y lo medita en su corazón.

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